Hoy 1 de mayo es el Día Internacional de los Trabajadores, conocido también como el Día del trabajo, instituido en 1889 como homenaje a los Mártires de Chicago y al movimiento obrero que luchó por la obtención la jornada laboral de las 8 horas. A propósito de esta efeméride, compartimos cuatro poemas que nos hablan de las diversas experiencias y situaciones laborales en nuestro país. ¡Disfruten la lectura!
MANTEL
Mi madre tejió un mantel
A croché
En ese tiempo yo no sabía nada
Lo llevaba a todos lados
Me asombraba que tejiera en la oscuridad de un cine
Pero ella lo hacía
Y al día siguiente no sobraba ni faltaba una sola pastilla
Así era mi madre en aquellos tiempos
Una mujer extraña
Trabajaba de día y los fines de semana tejía
Me llevaba al teatro
Yo no la entendía en ese entonces
Las madres de mis amigas permanecían en casa
Cocinaban Las recogían de la escuela Les preparaban la lonchera
Cuando el mantel estuvo terminado
Lo puso en la mesa
Era magnífico
Pero yo en ese tiempo no lo entendí
Era complicado
Me enredaba en su delicada trama
Veía a mi madre a través de esos anteojos de hilo
Ella seguía siendo diferente a las otras:
Trabajaba de día
Bordaba los fines de semana
Y no soportaba demasiado estar en casa
Yo nunca la entendí
Quizá no supe lo suficiente
Tampoco ella me enseñó
Pensó que era demasiado para mí –o muy poco
Ahora mi madre dice que no puede hacer nada con sus manos
El mantel permanece guardado en el cajón de la cocina
Yo me llené de diplomas
Y no sé bordar
Muchas veces he pensado en lanzarme por la ventana
Pero me pongo a escribir o a cortar papel y se me olvida.
VICTORIA GUERRERO PEIRANO
Del libro Diario de una costurera proletaria (2013,2018)
AGONÍA DE UN LABRADOR
a mi abuelo
Yo le vi como un árbol abatido,
ennegrecido y duro como un riel en su lecho.
Pensativo, sombrío
aguardaba la muerte
espantado a las moscas.
¡Pobre viejo arador de la tierra,
que marido tan dulce perdían
la yunta y la chicha!
Cuando aún con sus pasos
clarinaban espuelas
y al oírlas temblaban
los chalanes impávidos
y las mulas más fieras,
él me enseñó sonriendo
aquel duro manejo
de los fríos relámpagos negros.
Cuando el campo doraba
sus espaldas de fuego
y saltaban sus huesos
como chispas al cielo,
por ochenta centavos
¡todo un día surcaba la tierra!
Viejo arador turbulento,
siempre amé tu lozano sembrío de “ajos”,
tus agrias maldiciones
y tu amor por el asno taciturno.
Ahora adoro tu temple derribado
y ese gesto, tan tuyo, de insolencia bravía
con que siempre enfrentaste la vida
y hoy enfrentas la muerte.
Viejo arador,
incansable domador de la tierra,
¡cuantas anchas campiñas
reverdecieron por la magia de tu arado!
Sesenta años
ijocando tu yunta por Tulape,
Palmío, Mocollope, La Constancia,
Chuín, Casa Grande, Gazñape, Cintuco,
Facalá, Talambo, Mocan…
Sesenta años retemblando la tierra como un trueno;
¿la fortuna que amasaste?
¡¡hijas!..... ¡hijos! Cocineras, lavanderas y peones,
otros tantos labradores incansables de la tierra.
¡Oh dulce abuelo mío!
ya está seco y consumido
tu indómito algarrobo,
tus aspas de molino
están rotas y quietas,
tu caldero se enfría,
tu vela se apaga.
Te vas sin un suspiro ni una queja,
hundido en tu silencio intransigente,
burlándote del cura, de sus óleos y su infierno.
Viejo arador, inmenso árbol de hierro,
allí estás silencioso y pensativo
esperando a la muerte, con fastidio.
Si pudieras hablar, por lo que tarda,
yo sé que la hartarías de blasfemias.
LEONCIO BUENO
Del libro Al pie del Yunque (1966)
PROFESORA DE LENGUA Y LITERATURA - EX
Sepan que estoy viviendo, nubes,
sepan que canto
Javier Sologuren
Nunca más pararme frente a la pizarra —ecce femina—
con un cucharón
para meter en los platos vacíos de sus cabezas
el engrudo homérico, la berenjena eglógica
el acento esdrújulo y miserable, ni más
tizas de colores, salsas de tomate,
para abrirles las bocas
ojalá el entendimiento.
Ya no la tarjeta en la tostadora horaria
saltando con su tardanza al rojo vivo
ni exámenes para probar cuánto resisten
mis nalgas en el pupitre y cuántas tildes
puede gotear un cárdeno Faber Castell 031.
Se acabó la clase, la ilusión de mango,
todos al recreo, yo al recreo (pero sin vuelta)
al recreo de desclavarme de la pizarra
y saltar por la escalera al fin resucitada.
Último día, las rejas se levantan,
y en este valle ameno
nubes, sepan que canto
sepan que canto, bestias.
ROSSELLA DI PAOLO
Del libro Piel alzada (1993)
AMANUENSE
Ya descuajeringándome, ya hipando
hasta las cachas de cansado ya,
inmensos montes todo el día alzando
de acá para acullá de bofes voy,
fuera cien mil palmos con mi lengua,
cayéndome a pedazos tal mis padres,
aunque en verdad yo por mi seso raso,
y aun por lonjas y levas y mandones,
que a la zaga me van dejando estable
ya a más hasta el gollete no poder,
al pie de mis hijuelas avergonzado,
cual un pobre amanuense del Perú.
CARLOS GERMÁN BELLI
Del libro El pie sobre el cuello (1964)